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Ser mujer en el ámbito laboral

Ser mujer en el ámbito laboral

autoría: Gazteaukera, 

Las mujeres y los hombres no tienen las mismas condiciones laborales. En términos generales, las mujeres ocupan puestos de trabajo peor valorados y reciben remuneraciones inferiores a los hombres. Esto se explica en buena medida porque son ellas las que asumen gran parte del trabajo sin remunerar, como las tareas del hogar y la atención a personas menores y mayores.

Para abordar esta problemática conviene tener en cuenta el concepto de brecha salarial, que expresa en porcentajes la diferencia entre el sueldo medio de las mujeres y de los hombres, y tiene en cuenta el salario base y los complementos. Tristemente, en todas las regiones del mundo a las mujeres se les paga menos que a los hombres, y en el caso de Euskadi, de acuerdo con un estudio reciente de Emakunde, la brecha salarial es del 22,6%; y en la población joven menor de 35 años, se sitúa en torno al 20%. 

Con todo esto, y puesto que la ley prohíbe la discriminación salarial por razón del sexo, se puede afirmar que las razones de la desigualdad son estructurales. Resulta innegable que las mujeres se ven obligadas a atender el cuidado de familiares y el trabajo doméstico. En la Comunidad Autónoma de Euskadi, según el Eustat, las mujeres asumen el 67,2% de los cuidados y tareas del hogar. Esta situación las relega a trabajos a tiempo parcial y les impide la promoción en igualdad con los hombres en el mercado laboral; a esto se añade que los trabajos considerados “femeninos”, como la limpieza, los cuidados y la atención al público están peor valorados y pagados.

A esa discriminación estructural se suman otros factores como es el referido a los complementos salariales, atribuidos a los trabajos “típicamente masculinos” por su productividad, peligrosidad, y también antigüedad, asociada ésta a vidas laborales estables y largas, contrarias a las de muchas mujeres con empleos a tiempo parcial y mal remunerados.

A esa desigualdad no escapan las personas jóvenes. Si el momento actual ofrece dificultades a la juventud en general para su satisfactoria inserción laboral, las mujeres jóvenes tienen que superar aún más obstáculos. Es un hecho constatado que, cuando las economías no crean un número suficiente de empleos cualificados para todas las personas en búsqueda de empleo, son las mujeres jóvenes las más desfavorecidas.

Sobran razones para aspirar a la igualdad, también en el ámbito laboral. En primer lugar y rotundamente, por el respeto a los derechos de las mujeres trabajadoras; pero también porque tomaremos un mayor impulso con personas motivadas y satisfechas con sus salarios. Tampoco hay que dejar atrás a las mujeres al frente de familias monoparentales. En definitiva, se hace necesario un gran pacto para distribuir equitativamente las labores de cuidado entre hombres y mujeres, y para que todas las personas puedan desarrollar su vida personal y laboral de manera plena.